Los fans de StarWars VII llevan meses preparándose para el estreno de uno de los hitos de la saga que recuerda el despertar de la Fuerza. La FD lleva no siete, sino nueve años preparándose para estrenar el Año del Jubileo que nos lleva “de vuelta a casa”, a los orígenes de nuestra aventura hace 800 años.
Celebrar un Jubileo no consiste en hacer una regresión o montar un parque temático medieval, por más que eso venda en nuestro tiempo. No idealizamos el pasado, sino que buscamos aprender de él, para proyectar un futuro que decidimos entre todos en el aquí y ahora.
Los dominicos aparecimos en la historia de mano de dos clérigos, el obispo Diego y su compañero de camino Domingo de Guzmán. Tras la muerte prematura del primero, Domingo se enfrentó a un dilema importante: regresar a la comodidad de su catedral en Osma o iniciar un estilo de vida a la intemperie, en tierra hostil. Escogió lo segundo y nunca volvió atrás. Comprendió que vivía en un momento de cambios y transformaciones. Optó por escuchar las demandas de los hombres y mujeres de su tiempo e inició una forma de vida novedosa por auténtica y sabia. Vivía lo que creía y comunicaba lo que vivía. Domingo alumbró una familia de mujeres y hombres predicadores. En nuestro lenguaje, ser predicador es lo más parecido a ser un buen comunicador; no un charlatán o un seductor de masas, sino un comunicador de experiencia antes que nada. Santo Domingo por su identificación con Jesús de Nazaret fue una de esas personas que dieron credibilidad a la frase “el mensajero es el mensaje”, fue un mensajero de buenas noticias en momentos oscuros. Interpretó las señales de su tiempo con sabiduría, renovó la predicación y quiso una Familia de hermanas y hermanos abierta a la creatividad.
800 años más tarde, los que seguimos su estela queremos vivir un año para celebrar juntos, pero también para intentar juntos algunos caminos nuevos. Tomamos conciencia de un patrimonio de humanidad enorme. Una Familia que ha dado más de 130 santos; una Familia que no siendo muy grande, está por todas partes buscando situarse en las fronteras de un mundo global. Una Familia que cree en las consecuencias irremediablemente positivas de la Encarnación; que se reconoce amiga del mundo, pero crítica con la mundanidad. Inconformista ante las situaciones de vulneración de aquellos derechos humanos que ella misma fundamentó y empujó con fuerza en el s.XVI dando a los pueblos indígenas la voz de la que estaban siendo despojados.
En la Biblia el año jubilar es un año para reconciliar, redistribuir, ofrecer segundas oportunidades. Nosotros no queremos un año para subir la autoestima institucional, sino un tiempo para reajustar presencias, misiones, modos de estar y vivir. ¿Qué haría Domingo con nosotras y nosotros hoy? ¿a dónde nos enviaría? ¿con qué actitudes? Esas son las preguntas que nos queman por dentro. Domingo quizás volvería a dispersarnos y enviarnos a las fronteras, que no coincide siempre con las periferia geográficas, sino sobre todo con las existenciales. Entre todas las virtudes, destacaría una que despliega la fecundidad de todo: misericordia. Llamada en nuestro lenguaje “compasión” y que algunos traducen por “empatía”. Empatía arraigada en el amor “kenótico” del Dios de Jesús. El amor que se hace amigo de todos, hasta olvidarse de sí mismo y entregar toda la vida.
Nuestra cultura favorece el cortoplacismo, los cómodos plazos en los que se pagan las letras o hipotecas, las entregas “a plazos”, las relaciones “esporádicas”. Lo contracultural y sin embargo más urgente hoy, estriba en la incondicionalidad, las entregas gratuitas y sin intereses. No dar uno tiempo, unos horas o unos años, sino darse por completo, dar toda la vida. En Domingo y lo mejor de la Familia Dominicana vemos esto: gente apasionada que no están pendientes de su autorealización sino que abrazadas a Jesucristo, apoyadas entre sí pro la comunidad, trabajan una libertad liberada, confiándose a un proyecto más grande.
Muchos en la FD esperamos esto de los jóvenes: pasión por el Evangelio, generosidad y creatividad para sentirse enviados allá donde sea necesario. Somos una Familia diversa, donde tienen cabida muchos diálogos y estilos de predicación. Pero tenemos clara algunas prioridades: diálogo con la cultura, las ciencias y los artistas; diálogo con los empobrecidos; diálogo con los no creyentes (jóvenes o menos jóvenes) y con creyentes de otras religiones.
Este año jubilar la Familia Dominicana renueva su opción por hacerse diálogo. Porque tiene mucho que escuchar y tiene Verdad que proponer, verdades sobre Dios, sobre el mundo y sobre el propio ser humano. Verdades que busca con los otros y Verdad que recibe de Aquel que contemplamos desnudo en la cruz y revestido de gloria en la carne de nuestros prójimos y en la vida de la Iglesia.
El Jubileo quizás nos invita a reconocer las “zonas de comfort” para impedir que la inercia nos ate a ellas. Buscando cómo y a qué “fronteras” debemos ir en la itinerancia que predica con la amistad y la sencillez, la racionalidad y la belleza, la autenticidad y la sabiduría. Que no teme intentar y equivocarse en su servicio a la Iglesia, a la gente, encontrando la propia alegría en la desposesión para seguir como Domingo, tras los pasos de Aquel que anunciamos y es el mismo ayer, hoy y siempre.
[one_fourth last=»no»][person name=»Fray Xabier Gómez OP» picture=»https://mjd.dominicos.org/wp-content/uploads/2015/11/xabigomez.jpg» title=»Coordinador de la comisión de frailes para el Jubileo 2016″][/person][/one_fourth]