Ecos que transforman

Ecos que transforman

Recordando a mi abuela pienso en todas esas historias que me contaba, en su sillón preferido, sobre las experiencias que había tenido en su infancia, juventud y adultez. Qué bonito es poder compartir esos momentos con personas que han luchado para que nuestro presente sea como lo es hoy.

Algo parecido hemos hecho el fin de semana del 22, 23 y 24 de noviembre en el encuentro de la Pastoral Juvenil Vocacional. Hemos escuchado los ecos de los orígenes dominicos, aquellos que podemos decir que siguen siendo nuestros pilares y que forman nuestro carisma dominicano.

El viernes fuimos llegando cada grupo a la hora que pudimos e hicimos unos juegos de presentación preparados por el grupo Igande Berri (Pamplona). Yo, persona vergonzosa, temía al momento de presentarnos y justo tuvimos que hablar de uno en uno. Finalmente, me tocó hablar de las últimas y lo agradecí, ya que mientras hablaba el resto pude ver a jóvenes que no se juzgaban los unos a los otros y estaban atentos para conocer en profundidad a los que se convertirían en parte de su familia.

El sábado por la mañana empezamos con una introducción preparada por Laura y Ana. En ella pudimos recordar y asentar cuales eran los pilares dominicanos (predicación, compasión, estudio, oración y comunidad), los cuales nos indican nuestro carisma como dominicos y dominicas. El segundo taller de la mañana fue preparado por Álex y Álvaro, quienes nos estuvieron explicando la vida de Santo Domingo con ayuda del libro “Santo Domingo de Guzmán, entre el silencio y la palabra” de Sor Teresa Cadarso. También compartimos y determinamos cómo y qué predicamos, fue un momento de reflexión que personalmente necesitaba.

Después de comer, momento para hablar, preguntarnos y conocernos aún más, tuvimos un pequeño descanso para coger fuerzas para los dos talleres de la tarde. El primero de ellos fue impartido por Marcela Zamora, OP., hermana que nos presentó la compasión como enseñanza de vida. Personalmente, me hizo reflexionar del gesto de dar un paso para delante y no quedarme en el escalón de la empatía, subir al de la compasión. El segundo, entre risas y bromas, lo recibimos por parte de Fr. Nacho Castro, OP. En este pudimos aprender acerca de la importancia del estudio, centrándonos en que la Palabra de Dios es la base fundamental para encontrar cualquier tipo de respuesta.

Llegó la noche y mi segundo momento preferido del encuentro. Después de cenar y seguir compartiendo momentos, tuvimos una oración preparada por el grupo Jaire (Madrid). En ella pudimos reflexionar, en torno al calor de la palabra, sobre las luces y las sombras que tenemos cada uno de nosotros y nosotras. Acabamos cantando una canción todo juntos y no fue tanto la canción lo que me llegó, sino el espíritu que inundó la sala al seguir creando momentos especiales con gente que hasta hace 24 horas no conocía pero que ya tenían un hueco en mi vida.

El domingo por la mañana nos despertamos al son de una canción que nos dejó como legado la hermana Marcela, estoy segura de que no nos olvidaremos de ella. Luego de desayunar tuvimos el último taller, este trataba sobre la comunidad. Tuvimos la suerte de participar en una mesa redonda en la que escuchamos los testimonios de vida en comunidad de Nacho (fraile), de Elena (joven), de Nacho (laico dominico) y de Mónica (hermana). Especialmente me gustó escuchar a Mónica, ya que su entusiasmo al hablar de las hermanas con las que ha compartido y comparte su día a día me hizo conocer y valorar aún más otro tipo de familias.

Por último llegó la hora de la celebración de la Eucaristía, mi momento preferido del encuentro. En este pude experimentar una sensación que echaba de menos, estar reunida con otros jóvenes disfrutando de un momento muy especial en la vida de los cristianos, momento en el que se me llenó el corazón y se me escapó alguna lágrima que otra.

Llegados al final del encuentro, recogimos y nos fuimos despidiendo, recordándonos que en febrero podíamos tener la suerte de volver a reunirnos en el próximo encuentro del Movimiento Juvenil Dominicano (MJD). Seré una de las personas que no pueda perdérselo, ya que aunque haya sido mi primer encuentro no he podido volver a casa más cargada de energía y con las ganas de seguir formando parte de esta familia.

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