Durante un estudio bíblico, en el cual estábamos tratando el por qué ser cristiano, un amigo nos contó una historia:
Un chico no creyente le planteó una pregunta a su amigo creyente:
-Si Dios te perdona siempre, ¿Por qué no vives tu vida tranquilamente, sin implicarte ni preocuparte y al final de tus días te arrepientes para salvarte y entrar en el reino de los cielos?
+Buena pregunta amigo… a ver cómo te lo explico: El reino de Dios es como un parque de atracciones. Tú qué preferirías… ¿estar fuera del parque esperando hasta que quede una hora para que lo cierren y entonces entrar? o ¿querrías entrar a primera hora de la mañana?
-¡Yo a los parques de atracciones quiero entrar a primera hora de la mañana! Para poder aprovechar al máximo y montarme en todas las atracciones y así sentir la máxima adrenalina posible.
+Pues lo mismo quiero yo.
“Supongo” que siempre he sido cristiano y digo “supongo” porque no recuerdo una conversión al cristianismo como tal… sea como sea, una vez entrado en este parque de atracciones, no quiero salir. Ser cristiano es lo que le da totalidad a mi vida y dado que no concibo una vida cristiana sin vivirla en comunidad, el Grupo Espiga se convierte en uno de los pilares fundamentales de ella.
Mi comunidad me da la posibilidad de predicar la palabra cada viernes en nuestras reuniones de formación, me da la oportunidad de orar en grupo cada noche que hay una oración y sobre todo me muestra, gracias al grupo de voluntariado, que este estilo de vida no sirve de nada si no te das y ofreces a los demás.
En el campamento de hace 3 años una amiga me preguntó cómo sentía yo el reino de Dios. Nunca me había parado a pensarlo, pero la respuesta me salió enseguida y desde entonces le doy mucho más valor a esos momentos: Cuando sale bien una reunión de formación, cuando te vas a casa después del voluntariado o simplemente cuando un niño@ del cole grita tu nombre por la calle para saludarte, automáticamente siento una especie de bienestar y felicidad difícil de explicar. Me gusta pensar que esa adrenalina (por seguir en relación con el cuento) es un regalo que me da Dios para decirme: ¡Bien hecho hijo, ese es el camino, gracias!
Es ese sentimiento el que me hace estar enganchado a este estilo de vida y a mi comunidad… y es ese sentimiento el que estoy teniendo ahora mismo, gracias : ) !
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Hablo en nombre de todos al decir que me siento afortunado de haberme cruzado con el grupo Espiga. Da gusto comprobar como los que los que viven el Evangelio de manera auténtica pueden compartir experiencias con gente que no conoce, como si las conociera de toda la vida…
A ver si nos vemos pronto!! 😉
pd: confirmo que soy humano