17 de agosto
Cuando conoces cómo la primera generación de frailes desplegó tan intensísima actividad de predicación, de fundación de conventos, de milagros y hechos de Dios, realmente queda uno maravillado. Además en toda esa primera generación hay otro dato que los une a casi todos, y es que quedaron ellos mismos fascinados por la presencia de Domingo, por su personalidad y su carácter. Toda aquella primera generación -muchos eran ya sacerdotes, profesores de universidad, clérigos-, se hicieron frailes tras conocer a Domingo y el proyecto de la Orden que comenzaba. Y en el caso del santo que hoy recordamos, sucede igual y en ambas cosas: se hizo dominico al conocer a Domingo, y desarrolló una increíble labor de predicación.
Jacinto Odrowaz, era ya un clérigo de importante familia polaca muy vinculada a la Iglesia, que conoció a santo Domingo en Roma, y que quedó prendado y fascinado por ese proyecto de predicación, estudio, comunidad, compasión y pobreza, entrando en la Orden en el año de 1220.
Al año siguiente es designado junto a Enrique de Moravia para extender la Orden y predicar en su Polonia natal, y desde 1223 a 1257 que murió, eso es lo que hizo.
Fundaron la primera comunidad dominicana en Cracovia ese 1223 y en el 1225 fueron dispersados los hermanos en cinco direcciones para fundar nuevos conventos, yendo Jacinto a Dantzing (Gdansk).
En 1229 fundó otro convento en Kiel, donde vivió hasta 1233, predicando a los paganos y a los cristianos de otras confesiones, distinguiéndose por un tierno amor a Nuestra Señora. De la marcha de esta ciudad -abandonó Kiel poco antes de que los católicos, en un país muy dividido entonces entre ortodoxos, no cristianos y católicos, fueran expulsados por el príncipe Vladimiro Ruricovic- es el recuerdo del milagro de atravesar con unos compañeros el río Vístula, a pie sobre la capa extendida sobre las aguas llevando la Eucaristía y una imagen de la Virgen, que es como se le representa en todos los cuadros e imágenes.
Cuando en 1233 vuelve a Dantzig se encuentra con una delicada situación político-religiosa, y es que el Papa había encomendado a la Orden de Caballeros Teutónicos la tutela de los católicos frente a los paganos, dueños de la región, lo cual daba lugar a múltiples conflictos interreligiosos, pero con la mediación de San Jacinto de Polonia se consiguió llegar a una cierta libertad de culto y a la paz.
Desde Cracovia, donde llegó en 1238, se consagró el resto de su vida a la predicación, a la asistencia a los enfermos y al cuidado y acompañamiento de los creyentes, viajando y evangelizando Dinamarca, Suecia, Gotia, Noruega y Escocia; también Rusia, las orillas del Mar Muerto, Constantinopla, y hasta Grecia llegó. Murió en el convento de Cracovia el 15 de agosto de 1257 y allí se venera su cuerpo. Fue beatificado por Clemente VII en 1527 y canonizado por Clemente VIII el 17 de abril de 1594.
La pasión de aquella primera generación de dominicos por la predicación y por hacer de Dios el centro de sus vidas es el testimonio principal que hoy, nosotros jóvenes dominicos, podemos quedarnos de la vida de san Jacinto de Polonia. ¡Ojalá podamos nosotros ser apasionados predicadores con vidas llenas de pasión y emoción como aquellos primeros frailes!
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