El acercamiento de Jesús a los pecadores, marginados, enfermos, … es todo un estilo de ser y de actuar. Su cercanía a los marcados por un complejo de culpabilidad y su acogida a los pecadores nos dicen que Jesús era capaz de superar toda clase de barreras y prejuicios.
Jesús les ofrece la ayuda que aquellos hombres necesitan y él les puede dar. Jesús les acerca a Dios, les ayuda a acoger su perdón. Los cura, les infunde una nueva confianza, una nueva fe que incluye la bondad de Dios y el valor y la firmeza que de ella deriva. A ellos les ofrece su enseñanza y su ternura.
Jesús se acerca a infundirles fe, aliento, esperanza.Se devuelve su dignidad humana. Los acoge, escucha y comprende en su soledad y desvalimiento.
La compasión no es algo con lo que se nace sino que es una virtud que se aprende y se educa. Más bien nacemos con una cierta tendencia egoísta, considerándonos como el centro y del mundo y que todas las cosas son nuestras. Es compasivo aquel que es sensible.
La compasión tiene que ver con los, sentidos bien despiertos. Es la capacidad de sentir como propio las circunstancias ajenas. Pero no es solo sentir pasivamente sino que mueve a una reacción. Es sensible el que es capaz de salir de sí y percibir las necesidades de los demás.
La “misericordia” o “compasión” suena a “tener lástima” y éste es un sentimiento que nos parece humillante para el destinatario. No se trata, decimos, de tener lástima, sino de solidaridad real y de justicia en acción. Sin embargo, la compasión “padecer-con”, ponerse en su lugar, en la piel del otro.
Domingo, en su experiencia de Dios, a través de la oración y del contacto con los hombres, comprende esta autenticidad de Dios y la pide insistentemente para sí ya desde joven, mucho antes de fundar la Orden.
«Si conocieras el don de Dios», dijo Jesús a la Samaritana (Jn 4,10), suscitando en ella una sed desconocida, una urgencia para lanzarse a lo nuevo. Los dominicos y las dominicas no tenemos otro mensaje, otra verdad que comunicar que este don de Dios (o, si se quiere, el don que es Dios mismo, Dios regalándose). Y sólo lo podremos hacer si, como Domingo, hemos sentido esa sed de Dios, lo hemos buscado juntos en la Biblia y en el periódico, en la oración y en la relación con los hombres, en el estudio y en la vida, y lo ofrecemos como regalo a todos los que nos encontramos en nuestro camino y a los que vamos a buscar allí donde se encuentran. Lo tenemos que dar no como quien da lo que sobra, sino como el que comparte lo que necesitamos todos.
Compasión significa ir liberándose de esa dureza del corazón que se manifiesta en el juicio sobre los otros, despojarse de la armadura que mantiene a los demás a raya, aprender la vulnerabilidad ante el dolor y desorientación del otro, escuchar su grito de ayuda”. No basta la compasión, que las entrañas se estremezcan… la compasión cristiana y dominicana exige gestos y respuestas, actitudes de misericordia. La compasión es el primer impulso que surge del corazón…»¡la misericordia nos lanza, nos implica, se hace gesto solidario!».
Compasión es una educación del corazón y de los ojos lo que nos hace estar atentos al Señor que está con nosotros en los agobiados y heridos. Compasión es aprender a mirar a los otros de manera desinteresada.
Felicísimo Martínez OP describió una vez la espiritualidad dominicana como una espiritualidad de “ojos abiertos”…Es doloroso ver lo que sucede ante nuestros ojos…Pero no basta con limitarnos a ver esos lugares del sufrimiento humano y ser como turistas de la crucifixión del mundo. Es en estos lugares de Calvario donde puede encontrarse a Dios y descubrirse una nueva palabra de esperanza
La compasión dominicana es una fuerza del amor que vence el miedo de enamorarse de la realidad con la misma pasión con que la vivió Santo Domingo, recogiendo toda la energía de compasión que hay en la humanidad.
La compasión, desde el amor, es la fuerza más eficaz, es la fuente de energía de la humanidad en la que se hace presente el Reino, porque es ella la que abre la puerta e instaura la cultura de la Misericordia que es el modo humano ¡y femenino! de amar Dios
La compasión es un compromiso con la VIDA que sufre que toma el corazón, gesta amistad e irrumpe nuestra interioridad. La Compasión es la pedagogía de Dios para convertirnos, para humanizarnos; ante ella somos despojadas y no es que nos despojemos…. Viene de Espíritu y es el Espíritu el que nos despoja y nos hace sufrir con… sentir con.. estar con…. ¡AMAR! Y genera un encuentro que nos lanza a acoger con ternura; que nos vacía para que el otro tenga en nosotras un sitio donde alojarse, donde depositar sus ansias y preocupaciones…
Solo vaciándonos, podremos acoger al que sufre, y podremos después vaciar su sufrimiento en las entrañas de Dios: única y auténtica fuente de consuelo. En ésta línea de reflexión la compasión genera en nosotras un compromiso con la pobreza más auténtica que nos hace solidarias con los pobres, y mendigas ante Dios de su don”.
Hoy, nuestro mundo también necesita oír, palpar, sentir de cerca la predicación del Evangelio de la misericordia, nos necesita cercanas, y transparentando la cercanía de Dios que consuela, camina con su pueblo y engendra esperanza.
[one_fourth last=»no»][person name=»Isabel Gorriz» picture=»https://lh6.googleusercontent.com/-hxes8wzK904/VMYUupw5dJI/AAAAAAAACPs/tS979TulyDo/s640/isabel_gorriz.jpg» title=»Dominica DEIC»][/person][/one_fourth]