Según la Real Academia Española, “Misericordia es la virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y misericordias ajenas”. Pero la RAE también presenta otra acepción, en relación al mundo de la religión, y dice así: “atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas”. Pero, en el mundo artístico, ¿Cómo se trasladó plásticamente esa definición? ¿Qué se ha representado bajo la etiqueta de “misericordia” en el arte cristiano? A lo largo de la historia, el arte se ha utilizado como herramienta para plasmar sentimientos, hechos históricos, la vida cotidiana, o por el valor estético de lo representado. Pero, su utilidad y finalidad se reforzará en el mundo religioso, en este caso en el ámbito cristiano. Tenemos que situarnos frente a poblaciones en su mayoría analfabetas, sin la posibilidad de tener un libro al alcance de su mano, o sin disponer de la capacidad suficiente para interpretar determinadas cuestiones religiosas complejas. Por ello, la forma más eficaz de llegar al fiel y entablar una conversación era a través de las imágenes, que en la mayoría de los casos estaban situadas en las iglesias. Los cuadros religiosos se convirtieron en la Biblia pintada, del mismo modo que las portadas románicas y góticas de las catedrales fueron la Biblia en piedra. Recursos visuales que ayudaban (y continúan ayudando en la actualidad) a fijar el concepto en nuestra mente.
Por ello, la Misericordia no fue un tema excluido del gran repertorio iconográfico del arte sacro. Fue habitual la representación de la Misericordia a través de las conocidas como Obras de la Misericordia que regía la Doctrina Católica: obras que se dividían en dos ámbitos, el espiritual y el corporal.
Las Obras de la Misericordia generaron una serie de cuadros muy peculiares en los cuales se representaban, en su mayoría, las obras corporales (que no era otra cosa que el reflejo práctico de las obras espirituales). Imágenes que se distribuían en pequeños cuadros unidos creando una serie, como las obras de Olivuccio de Ciccarello o Bartolomé Esteban Murillo; o por el contrario un único cuadro donde se aglutinan todas las obras, como la obra de Pieter Brueghel el Joven, o la del maestro italiano Caravaggio.
El cuadro de Caravaggio, denominado Siete acciones de Misericordia (1607), inicia con la joven de la derecha que es la Caridad Romana y que a su vez representa dos obras de misericordia: ir a visitar a los presos y dar de comer al hambriento. Detrás observamos cómo están sujetando el extremo de un cadáver en un sudario, siendo esta la obra de enterrar a los muertos. La curación de los enfermos está representada en la figura en primer plano medio desnuda y en escorzo. Detrás está San Martín repartiendo su capa a los pobres, simbolizando el vestir al desnudo. Vemos a un hombre musculoso que representa a Sansón bebiendo de una quijada de asno, la obra de misericordia de dar bebida al sediento. Y por último alojar al peregrino está representada en dos figuras, una de ellas lleva un sombrero con la concha de peregrino.
Estos cuadros eran portadores de un mensaje que llegaba al fiel y servían de “power point” al sacerdote en el pasado. Pero no son mensajes obsoletos, y en especial en este año jubilar, por eso tengamos muy presentes las palabras del Papa Francisco: “un poco de misericordia hace el mundo menos frío y más justo”.