El viernes me encontraba yendo al albergue que pertenece a mi colegio, el Tossal, donde tantas veces he ido, pero esta vez con algo diferente, me dirigía a mi primer encuentro del MJD. Miedo, intriga, incertidumbre, era todo lo que sentía mientras me dirigía al albergue. Había oído hablar del MJD, pero para nada me lo imaginaba así.
La temática de la convivencia era “Afectividad y comunidad”, y sin duda he aprendido y reflexionado mucho sobre ello en los diferentes talleres que se ha realizado en esta convivencia, pero sobre todo estos dos conceptos los he podido vivir. Afectividad es el sentimiento de amor y de acogida que he sentido de todos los miembros de esta pequeña familia; comunidad es lo que al final de esta experiencia se ha formado.
El viernes nada más llegar comenzaron las presentaciones, para mi y mi grupo eran todo caras nuevas, no conocíamos a nadie. Pero enseguida nos sentimos como en casa. Todos se acercaron a presentarse, a conocernos.
Comenzamos la convivencia el viernes noche con un juego de bienvenida que hizo el grupo Emuná, donde empecé a conocerlos a todos. A la mañana siguiente, hicimos una pequeña oración, que el grupo Esnalar nos había preparado, donde incluía un gesto con unas bolsitas de té. Debíamos coger una que llevaba el nombre de alguien de allí y entregársela a esa persona como símbolo de que, aunque estemos repartidos por toda España, cuando necesites a alguien puedes tomarte ese té calentito, que te reconfortará como si estuviésemos ahí. Finalizada la oración, Josele y María nos mostraron la afectividad desde un punto de vista que nunca me había replanteado, la afectividad que Jesús mostró con su padre Dios, con sus amigos y su madre María, además de la afectividad que Jesús muestra con los marginados. Por la tarde y después de compartir el momento de la comida todos juntos, volvimos a la sala para, gracias a Andrés, replantearnos lo que es para nosotros nuestra comunidad, tanto de origen, como la que en esos días se estaba formando. Por último, pudimos disfrutar de una oración gracias al grupo Kenosis. Después de disfrutar de una velada, donde se terminó de forjar los lazos, nos fuimos todos a descansar. Al día siguiente continuamos con los talleres de la mano de Néstor, y ya después de una agradable misa, llena de cantos con la guitarra, nos despedimos.
Ahora que he dado el paso y he podido vivir mi primera experiencia en la MJD, podría decir que sin duda repetiría, y estoy deseando ir al siguiente encuentro. Volver a ver a toda la gente, de diferentes ciudades de España, que he conocido, con la que he podido conectar y sin duda tanto me ha aportado, porque esta es una gran oportunidad que te permite encontrarte con gente que vive a tantos kilómetros de distancia, pero con algo en común, Dios. Gracias a este encuentro he podido compartir opiniones y pensamientos con diferentes grupos de fe y antes ni me planteaba lo que esto te puedo aportar y enriquecer.