Hace poco me llegó una proposición que no pude rechazar: escribir algo sobre Greta Thunberg. No me pude negar porque desde que apareció para el mundo hace casi 14 meses he seguido a esta sueca de 16 años en cada paso que daba, he caído totalmente en lo que llaman el “efecto Greta”.
La historia empieza con el Cambio climático y es que, si te informas bien sobre el tema da miedo. Todos los informes van en la misma dirección y no nos dan previsiones nada buenas para lo tranquilas que estamos. Llevamos tanto tiempo recluyendo el tema a las aulas de primaria que no nos están haciendo reaccionar todas las alarmas. Pero a algunas personas sí y entre ellas está Greta.
Greta tiene asperger y empiezo por ahí porque hasta ella misma lo ve como un súper poder. Como sabréis es un síndrome del espectro autista que se caracteriza por una dificultad en la capacidad de captar, interpretar y gestionar los sentimientos, no de no tenerlos, pero les hace ser personas destacadamente sinceras. También por la obsesión, que en ella se ha enfocado al cambio climático. Pues cuando fue consciente del tema no pudo entender la inacción del planeta, así que empezó a hacer huelga todos los viernes y a ponerse en frente de la sede del parlamento de Estocolmo con un cartel con las palabras “Huelga por el clima”. La primera sentada de Greta el 20 de agosto de 2018 fue sola. El 14 de marzo de 2019 la acompañaron 1,4 millones en todo el mundo, el viernes pasado fueron más de 7 millones, este es el “efecto Greta”.
Pero no se ha quedado ahí. Lo que más admiro de ella es la coherencia. Para la cumbre del clima cruzó el Atlántico en velero porque ir en avión con la contaminación que producen hubiera supuesto una contradicción. Chapó.
Ya participó en la conferencia de la ONU sobre el cambio climático en Polonia el año pasado con un mensaje muy directo dirigido a los altos cargos: “Se les han acabado las excusas y a nosotros se nos está acabando el tiempo”. Este año ha seguido presionándoles con la ya mítica pregunta: “How dare you?” (¿Cómo os atrevéis?) en su discurso. Ha participado y participa en eventos y conferencias de todo el mundo. El 17 abril de 2019 se reunió con el Papa Francisco, agradeciéndole que hable tan abiertamente de la crisis climática y quien le animó a seguir.
Está despertando al mundo, especialmente a niños, niñas y jóvenes, hace sentir esperanza. Pero no es la única, muchos indígenas como Tokata Iron Eyes, que aún tienen una conexión con la naturaleza que muchos hemos perdido, son los más afectados y los que están liderando las protestas contra la crisis climática. Pero también cada día más en todo el mundo.
Además, Greta y todos ellos y ellas tienen todo el apoyo de la comunidad científica, numerosas organizaciones y cada vez más personas que ven en esta revolución el cambio que necesitamos. Personalmente, ante el colapso medioambiental y social que no para de anunciarse, tuve que aprender a dejar de caer en la frustración por la falta de reacción. Me he dado cuenta de que Greta no busca soluciones, busca implicación, despertar la necesidad de actuar desde la coherencia.
Si funcionamos con las leyes naturales y destrozamos la naturaleza, nos estamos destrozando. Lo mismo con el amor: si es la energía que mueve el mundo y no se la ponemos a todo, el mundo se para. Lo difícil es no caer en la fantasía que mejor nos viene: que alguien más se va a encargar de solucionar las cosas, que nuestra vida y nuestras decisiones están justificadas.
Para cambiar el mundo de verdad no solo tenemos que ser el cambio que queremos ver, tenemos que ayudar a todas las personas que están alrededor a ver el mundo a través del corazón para que quieran cambiarlo con nosotras. Así es como se cambia el mundo y lo más importante es cultivar la paz en nuestro interior. Lo segundo más importante es observar la vida más allá del cristal de nuestra ventana y como dijo Gandhi, “Ser el cambio que queremos ver en el mundo” (o unirnos).