Llega el jueves 14 de noviembre y toca hacer la maleta. Estamos impaciente y tenemos que aguantar las ganas de que sea viernes. Este fin de semana es el Encuentro de PJV en Los Molinos (Madrid) con el lema de «¡Arriesga!», además de ser un lugar especial para mí porque fue el pueblo de mi primer encuentro y donde empecé a sentir lo que era el MJD.
El viernes de los Encuentros se convierte en un día de llegada, abrazos, cariños, nuevas caras, presentaciones… y a pesar de abrirse paso desde la rutina semanal, consigue que entremos de lleno en este pequeño mundo donde nos desprende de ataduras, miedos y preocupaciones. Desprotegemos el corazón. Después de una cena en comunidad, nos comunican la organización del fin de semana y, nos ponemos al día de nuestras vidas.
El sábado es el «primer día de encuentro» como tal, y empezamos con una oración organizada por el grupo MJD de Asturias, Esnalar, que nos invitaba a reflexionar desde un punto de vista real y sincero sobre la importancia de detenerse, escuchar y distinguir lo importante. Vivimos en un mundo con demasiado ruido en el que es muy fácil perder la sintonía que nos guía.
El taller de la mañana fue dirigido por el teólogo Pepe Laguna bajo el título de “Lucidez, compasión y utopía”. Quien nos planteaba su formación de cara a como podíamos actuar de forma realista y consecuente con el entorno y la importancia de la comunidad en este proceso. Porque se nos olvida pero, ¡no somos el ombligo del mundo!
Por la tarde es momento de escuchar testimonios en una mesa redonda. Golpe de realidad y motivación son las palabras con las que definiría las palabras de Lara (laica dominica), Fray Germán (fraile dominico de Paraguay), la hermana Loli (dominica de la Anunciata) y Fray Antonio (fraile dominico). Nos contaron sus experiencias de vida pero, también nos invitaron a ser partícipes de la lucha contra la injusticia, el racismo, la pobreza y la comodidad.
Después de la cena continuamos con una oración preparada por el grupo de Atocha (Madrid), El Canto del Gallo, y con la que nos invitaban a reflexionar sobre la vida de Jesús a través de algunos cuadros. Después de compartir lo que sentíamos, y a modo de gesto final, cogimos un papelito con una palabra. Fue muy bonito encontrar sentido a esas letras en la vida de cada uno porque, como bien se dice, todo ocurre por algo. Cuando terminamos la oración, se tenía preparada una pequeña fiestecilla para la comunidad para compartir todos juntos de modo distendido, en la que no faltaron las coreografías, limbos y risas que nos alegraron durante toda la noche.
Y llego el último día de la nada: el domingo. Tristeza por la mañana por saber que esto se acaba pero, aun así con energías de saber dónde, cómo y con quién estábamos. Empezamos con una oración organizada por el Consejo del MJD con un cariz más personal, que consistía en un desierto y una serie de gestos que dieron paso a la eucaristía de Félix Hernández O.P y Vicente Niño O.P. Intentar explicarlo con palabras no sería suficiente así que solo diré los títulos de estas canciones: «Lágrimas de amor» y «Cantar a la fe».
Acabada la eucaristía, comimos y compartimos los últimos momentos en comunidad. Finalmente tocaba despedirse al ritmo de lágrimas, abrazos infinitos y el frío de la Sierra de Madrid, aunque con el corazón más ardiente y cargado que cuando vinimos.