Termina el campo y se cierra la puerta de la habitación 14 de Siena por una temporada… y junto a ella, las de las otras 20 habitaciones…
Se apagan las luces, se cierran las persianas, los grifos, los armarios, las puertas de los baños, la de la piscina… y, finalmente, la de la cancela…
Se cierra la verja con todo el dolor de nuestro corazón tras 15 días plenos, sorprendentes e intensos… No hay forma humana de plasmar todo lo vivido en unas pocas palabras, pero hoy me ha tocado intentarlo…
¿Os acordáis del día 18? Yo sí. Muchos nervios, muchas dudas, impaciencia en el viaje, mucho calor y preocupación por si las cosas saldrían bien… Empezamos conociendo a gente nueva, reencontrándonos con otros a los que ya conocíamos y en camino hacia un sitio nuevo… Siena… nuestra nueva casa…
Sobre todo, lo que recuerdo de aquél día fueron los besos y abrazos… esos primeros contactos a los que nos volvimos adictos… hemos terminado por acostumbrarnos a los brazos del otro, a la forma perfecta de encajar y sincronizarse como si llevásemos juntos la vida entera… En cada uno de ellos veíamos la vida… veíamos amigos, hermanos, esperanza, apoyo, ilusión… veíamos a Dios…
Al final, todos logramos convertirnos en superhéroes. Para los otros 34, para los niños, las mujeres, las familias, los discapacitados, los enfermos, las personas sin hogar… Dimos lo mejor de nosotros mismos utilizando uno de los superpoderes más importantes del mundo… el de la sonrisa… esa bonita curva que levanta tempestades, seca lágrimas y borra la oscuridad…
Hoy, apenas unos días después de que se haya acabado todo, seguimos teniendo en la cabeza las canciones, los bailes, las oraciones, los gestos, los ojos de la gente, las caras de cada uno de nosotros… y sé que en cuanto pasen unos días más, tal vez meses, seguiremos teniendo cada una de esas cosas… porque ha calado hondo la misión Salvar la Tierra… comprender el mundo que nos rodea con su historia y cultura, comprender nuestras limitaciones y ser más conscientes de nosotros mismos, hacer más presente a Dios en nuestra vida y aprender a interpretar las señales que nos lanza el universo…
Quiero pedir por nosotros, por toda esa confianza que depositamos en nuestra causa y que ha sido una de las bases de este campo. Por cada uno de los deseos y sueños que lanzábamos cada noche en una estrella fugaz. Por tener fuerza para superar cada uno de esos miedos que todos guardamos dentro. Por nuestras familias y seres queridos y, también, por la familia que hemos formado… por nuestra comunidad… Por la gente de la Zubia, Oasis, el hospital, Almanjáyar y por las mujeres, para que nunca caigan en el olvido y logren salir adelante orgullosos de quienes son y de lo que han conseguido.
De igual forma, quiero dar gracias. Gracias por haberme permitido vivir esta experiencia. Por haber luchado cada minuto para que las cosas sean hoy como son. Por haber podido ver como las pequeñas acciones del día a día terminan siendo recompensadas. Gracias por vuestra paciencia y espontaneidad. Por esos ojos atentos y brazos abiertos. Por cada una de las conversaciones y silencios… Gracias por las huellas, por los lápices y las pulseras… Gracias por ser raros y por querer vivir nuestra vida como superhéroes…
¿Os acordáis del 1 de Agosto? Último día de campo… vimos amanecer con la luna a nuestras espaldas… Se terminaron los desayunos comunitarios, los baños en la piscina, los grupos de recogida, las caminatas por Granada, los robos de chanclas, el sonido de la campana, los madrugones… Y una vez que se termina todo eso, es cuando vemos todo lo que acaba de empezar… todos los abrazos, las despedidas, las fotos desde mil puntos de España, los reencuentros… la ALEGRÍA…
Para saber que esto te cambia la vida, hay que vivirlo… y yo no sólo no me arrepiento de haber participado en esto, sino que para siempre lo voy a llevar en el corazón.
A partir de hoy, la mejor parte del verano siempre será cuando volvamos a «casa» y estéis vosotros.
Hasta siempre habitación 14, nos veremos cuando vuelvas a abrir tus puertas de nuevo…