Ficha técnica:
Título: Joker
Año: 2019
Director: Todd Philips
Actores: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz…
La historia que nos cuenta la película Joker es, en realidad, un engaño, tanto que nos cuenta la historia no del villano, sino de Arthur, aquel que había antes que el personaje caótico-destructivo del cómic. Este villano, uno de los más conocidos que se enfrentan a Batman, es poco más que una excusa para contarnos otra historia y que, al mismo tiempo, nos resulte familiar como para atraernos hasta la butaca.
El Joker una película para contemplarla, con esa virtud del arte de que puede decirnos casi lo que le queramos hacerle decir. Y por eso es una historia tan buena: porque nadie, por mucho que se empeñe, la puede poseer ni usarla como propaganda para sus intenciones. De las intenciones políticas de Joker se podría afirmar una cosa y la contraria, y sostenerse con argumentos. Unos la considerarán apología de las protestas más o menos violentas que están sucediendo este otoño en diferentes lugares del mundo, mientras que a la vez se podría utilizar para deslegitimar este tipo de manifestaciones.
Entonces, ¿qué podemos decir de este largometraje sin temor a equivocarnos demasiado? En primer lugar: como en muchas buenas historias, el final y el principio se parecen. Un payaso en medio de la destrucción. En el principio, apaleado por niños. Al final, también un payaso en medio de la destrucción. Mientras suenan los créditos iniciales con el título en letras vintage, solo y desamparado. Mientras queman la ciudad, al final, igualmente solo a pesar de la multitud que le aclama. Su desconexión con la realidad ha llegado al punto de no retorno, ese en el que no es Arthur, sino Joker.
Eso queda patente también con otras dos escenas de la primera y última parte. No deja de resultar irónico que la psiquiatra del principio sea la misma que la del final. Y que cuando se trata de un programa de ayuda social la habitación es oscura y cochambrosa, mientras que cuando está en el psiquiátrico de Arkham la habitación es blanca y radiante. Paradójicamente, esta segunda esconde una oscuridad mucho mayor, la de un sistema que opta por gastar sus recursos en violencia y represión.
Y sobre esa desconexión de Arthur con la realidad unida a la enfermedad mental (probablemente esquizofrenia) y la soledad que ello acarrea, es en realidad sobre lo que pivota toda la historia. Los giros de guión suceden, precisamente, en los momentos en que, sin quererlo, la película nos ha ido metiendo en la mente de Arthur Fleck, hasta el punto de que vemos cómo se desmorona toda su historia idílica, que son los únicos minutos en los que el metraje de la película nos da un respiro usando todos los códigos del cine de Hollywood y dándonos una bofetada con la más cruda realidad de la historia.
Un último apunte. Joker nos ofrece un punto de ambigüedad que nos puede hacer pensar incluso en un posible final feliz: esa dedicatoria de Thomas Wayne a su madre. Lanza así una última pregunta al espectador, pidiéndole que se posicione, algo que la película evita en todo momento.