Este cuatrimestre estoy de prácticas de enfermería en Urgencias. Cuando terminé mi primera semana había atendido 7 intentos de suicidio en cinco tardes. Es difícil no ponerse a reflexionar sobre esta experiencia.
Hablando con estas personas sobre sus motivos ves desesperación, pérdida, dolor, desesperanza y, sobretodo, carencia de amor. Porque nadie les quiere o porque no se dan cuenta. Y aunque se dice que los problemas del hospital te los tienes que dejar en el hospital, una no puede evitar darle vueltas en casa. Piensas: «Yo nunca me suicidaría» o «Hay que estar muy mal para llegar a ese extremo».
Es cierto que no me tomaría 20 pastillas, pero ese no es el único modo de autolesionarse. Me atrevería a decir que todos alguna vez nos hemos hecho daño a nosotros mismos. Hemos dejado que la desesperación se apodere de nuestro corazón y nos hemos sentido que no valíamos nada, que para qué sirvo yo, que nadie me entiende, que a nadie le importo, *insertad aquí vuestro pensamiento tóxico*.
Conocéis la frase de San Agustín «Ama y haz lo que quieras». Pues al primero que se debe amar es a uno mismo. Y si no es fácil amar al prójimo, imagina a ti mismo que te conoces y sabes en qué fallas y de qué pie cojeas. Puede resultar fácil encontrar una excusa para menospreciarnos.
Sabemos que Dios nos quiere. Pero, ¿lo sentimos?
Si la respuesta es ‘sí’, por favor ayuda a los que no.
Si la respuesta es ‘no’, busca una solución inmediatamente. Se trata de una emergencia. Si necesitas ver que hay cosas buenas en ti o si no eres capaz de aceptar tus defectos; busca, pide ayuda, reza… Haz lo que haga falta, pero quiérete. Porque, después de Dios, quien mejor te puede conocer eres tú mismo, y por tanto quien mejor puede quererte. Si son tus circunstancias lo que te produce desesperanza, pregunta a tu corazón. ¿Debes aprender a vivir con ellas o necesitas cambiar? Muévete. Ve probando. Busca.
Sé que no son unos consejos muy concretos pero es que no conozco la solución. No hay tratamiento específico, pero está claro que no podemos quedarnos sentados dejando que nuestros pensamientos dañinos nos devoren por dentro. No esperes a recargar pilas en el próximo encuentro. Empieza hoy.
Es difícil ser positivo en un mundo que se destruye poco a poco. La falta de interés por la ecología marchita el planeta. Las guerras, las hambrunas y las enfermedades matan a sus habitantes. Y la corrupción, la violencia y el egoísmo debilitan nuestros valores humanos. El mundo, a través de las personas, se autolesiona y necesita ayuda urgente para darse cuenta que Dios lo ama. Nos toca arremangarnos y trabajar.
El cristianismo es una Fe de valientes. Porque cuando sientes que Dios está contigo no hay miedo que sea insuperable. Así que mucho ánimo a todos los valientes que tengáis que luchar por el mundo o por vosotros mismos.