¿Y yo qué hago ante la crisis?

¿Y yo qué hago ante la crisis?

Corren tiempos de crisis. De hecho, ya llevamos algunos años viviendo tiempos complicados. Igual nosotros mismos nos hemos visto afectados por ello o si no,seguro que nos ha tocado ver a gente cercana en situaciones económicas o laborales difíciles.

Cuando una persona pierde su trabajo, su fuente de ingresos, todo se le tambalea. Y no sólo es lo que esto afecta a nuestras vidas en lo material o en lo práctico: la compra, las deudas, la vivienda… sino también cómo afecta estas situaciones al ánimo y al corazón de las personas. La crisis nos pone delante situaciones de desesperación, de angustia, de impotencia, de depresión… Y a veces tenemos la sensación de que las situaciones se nos escurren entre los dedos como si fuera agua que no podemos agarrar, con la sensación de no poder evitar eso que está pasando. Y pensamos que ya se solucionará, que de momento no podemos hacer nada más… ¿estás seguro?

En estos tiempos de crisis, la comunidad, la Iglesia, la familia Dominicana, nosotros, debemos estar abiertos y acoger lo que la crisis está trayendo, estar atentos a lo que en la crisis misma está emergiendo: una nueva política, nuevas maneras de economía y solidaridad, nuevas formas de consumo, nuevas maneras de vivir y relacionarnos… Y esto va para todas las personas, pero los creyentes con más responsabilidad aún por coherencia a nuestra fe y al estilo de vida de Jesús, quizá deberíamos intentar vivir esta crisis como oportunidad para algo nuevo. Miremos a Jesús, cómo se acercaba a distintas situaciones de angustia o desesperación. Cómo era su relación con el dinero y los poderosos y cómo es el Reino al que nos invita aquí y ahora

En la calle y en los medios de comunicación impera el tema de la crisis. Ya sabemos que todo lo que nos cuentan no es verdad, pero y al margen de esto… nada frena el brotar de las nuevas hojas de los árboles o el despertar de la nueva Primavera!!! El Ibex en rojo no detiene ninguna clorofila, los batacazos de la bolsa no paralizan los frutos de los huertos, la prima de riesgo no afecta el florecer de los campos. La vida continúa, es el sistema económico y político de los humanos el que quiebra. Toda la naturaleza contribuye al orden, a la armonía, al progreso conjunto. Nosotros en cambio, parecemos no enterarnos y no vemos la necesidad de promover ese bien colectivo. “Apretarse el cinturón” le dicen… pues bien, vivir con lo necesario y nada más, es un buen ejercicio solidario. Y esta crisis nos da la oportunidad de salir al mundo más nosotros, más desnudos, más sencillos.

El que se porta honradamente en lo poco, también se porta honradamente en lo mucho; y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. De manera que, si con las riquezas de este mundo no os portáis honradamente, ¿quién os confiará las verdaderas riquezas? Y si no os portáis honradamente con lo ajeno, ¿quién os dará lo que os pertenece? Ningún criado puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.” Los fariseos, que eran amigos del dinero, al oír estas cosas se burlaban de Jesús. Él les dijo: “Vosotros pasáis por buenos delante de la gente, pero Dios conoce vuestros corazones; y lo que los hombres tienen por más elevado, Dios lo aborrece. (Lucas 16)

La sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Sólo las familias poderosas de Jerusalén y los grandes emperadores podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con alguna monedilla de bronce o cobre de escaso valor. Muchos vivían sin dinero, en un intercambio de productos entre ellos. Y en aquella sociedad, Jesús habló mucho sobre las injusticias que se cometían con dinero entre medio. Increpó a los poderosos por poseer «riquezas injustas» que habían sido amasadas de manera injusta y porque las disfrutaban sin compartirlas con los pobres y hambrientos. Y ante esto, siempre predicó una nueva Esperanza, un nuevo mundo más justo y repartido.

Volviendo a día de hoy, la crisis nos pone a prueba. Las gentes y los pueblos somos sometidos a examen en momentos de apuros. Estos tiempos aparentemente más difíciles nos invitan a una nueva Esperanza a nosotros también. Esperanza de que las soluciones no llegan de fuera, sino de nuestro propio interior. Que ahora estamos en mejores condiciones para dar vida a una civilización más instalada en el cooperar y el compartir. “Dadles vosotros de comer” así nos lo dijo Jesús y así nos lo sigue diciendo. ¡Pongámonos en marcha! No nos falta fe en que emergeremos de la crisis, siempre y cuando optemos por la solidaridad y el compartir. Tenemos fe de que estamos a las puertas de una nueva era más respetuosa entre las personas. Ojalá lleguemos a respetarnos y a querernos como hermanos vinculados a un mismo Padre.

Algo que me encanta es que ante cada situación de crisis y desesperación Jesús se reinventaba. Cada situación, cada persona era diferente para él y su respuesta por lo tanto, debía ser distinta. Pero siempre desde el corazón, desde la Misericordia y la Compasión. Y como en cada cosa que hacía, en obediencia a Dios.

Así pues, nuestras capacidades, nuestras intuiciones, nuestros dones son para ponerlos al servicio de los demás… todo viene de Dios y es para su Reino. Fe, Esperanza, Confianza, Compañía, Compasión, Amor… Son ingredientes que Dios pone en el interior de cada persona para hacernos capaces, para darnos las capacidades. Nosotros solos no podríamos y cuando lo intentamos sin contar con él, generalmente fracasamos. La esperanza de que otro mundo es posible no puede venir sino desde el absoluto convencimiento del poder inmenso del que somos portadores. Pero siendo siempre conscientes de que ese poder viene de Dios.

Hoy, todo está al servicio de aquellos que tienen más poder porque tienen más tierras, armamento, dinero, ejércitos, más talento, más ciencia, belleza o prestigio. Y así funciona la vieja pirámide social de siempre con una masa de gente obrera en la base que prácticamente sólo trabaja y sufre para el provecho de los de arriba. Pero en el Reino de Jesús, todo está al revés: los fuertes, los grandes, los primeros, incluyendo al mismo Dios y al mismo Jesús, están al servicio de la vida y de todos y cada uno de los seres humanos sin excepción alguna. Los fuertes se ponen en la base para soportar a los pequeños. Se trata de una pirámide invertida. Lo que para nosotros sería el mundo al revés. Este nuevo modelo de sociedad, este nuevo modo de relacionarnos, esta dinámica de últimos y primeros nos transforma por dentro y nos hace ser humildes y agradecidos. Si el mismo Dios ha venido a servirnos… ¿qué no tendremos que hacer nosotros?

Se insiste mucho en que «otro mundo es posible», es decir, un mundo que funcionaría de otra manera y que sería una alternativa al sistema actualmente vigente. Es posiblemente algo parecido a lo que Jesús quería decir cuando afirmaba que su Reino no era de este mundo. Jesús no dice que su reino pertenezca a un mundo sobrenatural, espiritual y trascendente asentado en los cielos. Jesús habla de nuestro mundo humano, pero que sería simplemente distinto. Construido sobre bases y medios diferentes. Un mundo que se fundamentaría en la igualdad y la libertad de todos los seres humanos y en un profundo respeto por la Tierra en la que vivimos. Confiemos en que ese sueño lo podamos cumplir.

No os acomodéis a los criterios de este mundo; al contrario, transformaos, renovad vuestro interior para que podáis descubrir cuál es la voluntad de Dios. Que vuestro amor no sea una farsa; detestad lo malo y abrazaos a los bueno. No seáis perezosos para el esfuerzo; manteneos fervientes en el espíritu y prontos para el servicio del Señor. Vivid alegres por la esperanza, sed pacientes en la tribulación y perseverantes en la Oración. Compartid las necesidades de los creyentes; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Vivid en armonía unos con otros y no seáis altivos, antes bien poneos al nivel de los sencillos. Y no seáis autosuficientes. A nadie devolváis mal por mal; procurad hacer el bien ante todas las personas. Haced lo posible, en cuanto de vosotros dependa, por vivir en paz con todos. No os toméis la justicia por vuestra mano. No os dejéis vencer por el mal; antes bien, venced al mal a fuerza de bien.” (Romanos 12)

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