Hablar de Siena, y del Campo De Trabajo, es sin duda hablar de tiempos felices, y es que paseando por mi memoria no puedo recordar un campo de trabajo sin tenerlo íntimamente relacionado a la felicidad.
Me han encargado que hable del último bloque de Campos, los comprendidos entre 2013 y 2018, menos mal que ha sido este bloque, porque uno ya se va haciendo mayor y la memoria… (aunque es imposible olvidar lo vivido y aprendido en Granada).
En este periodo empecé a vivir los Campos de Trabajo de otra manera, ya que empecé a hacerlo desde la organización, y es que un Campo de Trabajo es algo que fluye (va prácticamente solo), pero hay que establecer un camino, y en los últimos años he podido poner mi humilde granito de arena en esta parte.
El Campo nos ha hecho percibir que somos unos privilegiados: el tener la oportunidad de ponernos al servicio de aquellos que tienen necesidades de verdad (no creadas, porque asumámoslo, cuántas necesidades nos creamos los jóvenes hoy en día). Nos han regalado la conciencia de valorar lo que somos y lo que tenemos, desde la salud hasta la familia que nos cuida; o los privilegios que tenemos por nacer donde nos ha tocado hacerlo, de quitar el acento del “yo” y empezar a ponerlo en “los demás”, de abrir los ojos ante lo que tenemos cerca… Son tantas cosas que resulta complicado saber dónde detenerse.
La vida en Siena es pura sencillez, siempre me gusta recordar lo que pensé tras mi primer campo y que como buen «abuelo cebolleta» que soy repito con frecuencia: “el Campo es el lugar donde menos cosas materiales he tenido y donde más feliz he sido”. Y es que la vida de Comunidad nos recuerda que el hermano es el mejor regalo que podemos tener en nuestro día a día, que una sonrisa puede iluminar tu día y que un abrazo puede ser el mejor regalo. Disfrutar juntos desde el horror de que te pasen “la pinza” a las doce menos cinco de la noche -sabiendo que te va a tocar un paseo por la piscina-, hasta el momento ceremonial de la elección de la Princesa de Siena (llevar una corona pesa, os lo digo que me ha tocado dos veces). O acabar con un piercing o con rastas sin haberlo pensado mucho. Esa es la vida en Siena.
Lo realmente grande del Campo de Trabajo, y a la vez muy sencillo, es ver cómo van pasando las diferentes generaciones, y tal y como han dicho en los artículos que me han precedido, cómo el Espíritu se mantiene, y es que no hay dudas: el Campo de trabajo es un regalo de Dios, y hay que continuar trabajando para acercar y descubrir el Reino.
Este año no podré ir al Campo, y siento que llega el momento de relevo. No penséis, tengo muchas emociones contradictorias. Por un lado estoy muy feliz y agradecido de haber podido vivir y disfrutar el campo tantos años, y llega el momento de dar el relevo a las generaciones que vienen con fuerza.
El Campo de trabajo es vuestro, cuidadlo, quererlo, hacedlo vuestro y no dejéis de tener presente que evidentemente es un regalo para vosotros, pero no perdáis la perspectiva de que lo importante de verdad son los demás, en el voluntariado y en la convivencia en Siena.