El Observatorio de Derechos Humanos Samba Martine, nació en el Jubileo, como fruto de la reflexión, oración y compasión, en familia dominicana.
Durante este tiempo hemos escuchado el clamor de muchas personas, que viven en un continuo Viernes Santo. Vidas traspasadas por el dolor, la falta de justicia y la soledad: migrantes, víctimas de trata… realidades que nos tocan más cerca de lo que creemos y ante las que no podemos quedar indiferentes, son los favoritos de Dios. Trabajamos en red, construyendo puentes y destruyendo muros, con la esperanza, que acercarnos a la realidad y amarla, acompañarla y denunciar tantas situaciones inhumanas, puede hacerles resucitar a una Vida nueva.
Seguimos teniendo muy presente el sermón de Montesinos: «¿Estos no son hombres? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos?»
El Observatorio se distribuye en distintas comisiones: sensibilización, visitas a los CIES, trabajo con migrantes, con personas víctima de trata…
Yo participo en la comisión de concienciación y sensibilización. Hace un par de años preparamos materiales sobre Derechos Humanos y este año estamos embarcados en preparar material para todas las edades sobre la trata de personas, que muy pronto tendréis a vuestra disposición para trabajarlos en los diferentes grupos.
Llevo un año, acompañando una noche a la semana a un grupo de mujeres en un piso de acogida, algunas víctimas de trata. Me gusta escucharlas, pero sobre todo estar ahí y compartir con ellas. Muchas son de origen extranjero, y no tienen una familia en la que apoyarse. Lo que más me sorprende, es que están tan acostumbradas a que la gente las trate mal, que se han olvidado en muchas ocasiones de quererse a sí mismas. Han vulnerado tanto sus derechos, que es un proceso largo el recuperar su «dignidad robada», pero en ello están. Me recuerdan tanto a la parábola del Hijo Pródigo o Padre Bueno, después de ese abrazo: «Traedle el mejor vestido, y matad el cordero cebado, porque este hijo mío, estaba muerto, y ha vuelto a la vida, estaba perdido, y ha sido encontrado».
También formo parte de la familia Balimaya (que en el idioma bambara significa familia que no es de sangre, sino que se crea por lazos de unión), queríamos acoger a personas que vienen de fuera como si fueran de nuestra familia, personas con el objetivo de quedarse en España y estudiar mientras se arregla su situación administrativa y pronto puedan trabajar. Estamos muy contentos, la familia va creciendo, nos preocupamos unos por otros y nos queremos cada día más. Es una alegría compartir con ellos sus luchas, sus penas, sus logros… Muchos migrantes tienen sed de ser amados, vienen de culturas donde todo el que llega es bienvenido, y sufren mucho porque en muchas ocasiones son rechazados simplemente por su color de piel. Sí, estos son nuestros hermanos, que no se nos olvide: «En esto reconocerán que sois hijos míos, en qué os amáis los unos a los otros».
Quedan muchas cosas por hacer, y toda ayuda es bienvenida, la lucha por la dignidad humana es apasionante y Dios nos acompaña, nos ilumina y nos impulsa.