En nuestros días para poder hablar de los jóvenes hay un aspecto que es fundamental: conocerlos y encontrarse con ellos. Es primordial conocerlos; cómo son, qué sienten, qué desean, cómo ven la sociedad y cómo viven en ella… esto es vital para poder emprender con ellos cualquier empresa. La impresión que nos muestran los datos sociológicos es que los jóvenes de nuestros días están absorbidos en la vida del presente, y que no cuidan lo más mínimo el pasado y mucho menos el futuro. Que su modelo de vida está en la comodidad. Se trata de algo así como una especie de flojera vital, que los paraliza a la hora de tomar decisiones exigentes y radicales para afrontar su misión en la sociedad.
Si pasamos a la realidad de los jóvenes en el campo de la fe -se hace referencia a la experiencia de fe cristiana- nos encontramos con que su tendencia es la de ser subjetivos, es decir, seleccionan: esto me sirve… aquello no me sirve. A esto hay que añadir que muchos de los jóvenes no ven inconveniente alguno en desdoblar la propia vida en una doble pertenencia religiosa. Y es que, por un lado, siguen con las prácticas religiosas habituales que los insertan en un cristianismo sociológico. Por otro, buscan y se plantean nuevas experiencias trascendentes, que los sitúan perfectamente en la era secular en la que estamos inmersos. Este segundo aspecto se trata de toda una alternativa que genera un nuevo contexto que hace posibles nuevas vivencias al margen de la Encarnación.
Pero no todos los jóvenes son así. Hay muchos jóvenes que sienten la misión de anunciar el Evangelio a otros jóvenes. Y lo hacen porque quieren trasmitir la felicidad que ellos han experimentado al encontrarse con la Palabra de Dios. Dije al principio de este texto que para hablar de los jóvenes hay que conocerlos y acercarse a ellos. Pues bien, en nuestra Orden, en la Orden de Predicadores, existen estos jóvenes. En el Movimiento Juvenil Dominicano (MJD) podemos encontrar jóvenes apasionados por la predicación; jóvenes dispuestos y valientes cuyo motor de vida es la búsqueda de la verdad, la alegría y la fraternidad. Es cierto que a veces se ha desconfiado de ellos, y que no siempre se han visto con buenos ojos. Quizá eso respondía a un error eclesial de que los jóvenes tenían que ser evangelizados, en lugar de evangelizadores.
Nuestros jóvenes del Movimiento Juvenil Dominicano predican con lenguajes que para ellos forman parte de su vida; la música, la imagen, la relación, la expresión corporal, los sentidos… es todo un reto a la hora de llevar a cabo su misión de predicación, como lo constituyen también para ellos el cultivo de los sentimientos religiosos, el aprecio de las experiencias de vida en comunidad y el empeño que tienen de una cierta mística a través de la oración y el estudio. En nuestros jóvenes, en su predicación, tenemos que saber ver un especial reclamo para actualizar el cómo predicar en nuestros días. Tenemos que saber ver en todos ellos un estímulo para dar mayor relieve e importancia a la misión conjunta de la predicación en nuestra Orden.
Otro aspecto a destacar de nuestros jóvenes es esa especial sensibilidad que poseen hacia las injusticias. Este aspecto hace que se posicionen al lado de los más desfavorecidos, es decir, de los más pobres, porque saben perfectamente que en su misión de predicar el Evangelio entra de forma notoria la cuestión solidaria. Saben perfectamente que los más desfavorecidos son las víctimas del pecado social de la injusticia. Por ello, cuando se ponen al lado de los que más lo necesitan, no significa que prefieren a unas personas frente a otras. Lo que nos trasmiten es que asumen la causa de los más necesitados, que es contraria a la causa de los que más tienen. Aquí tenemos, en nuestras comunidades, otro desafío que parte desde los más jóvenes: motivar e impulsar, aún más si cabe, el compromiso de denuncia y de anuncio tan característico de nuestra predicación dominicana, afianzándonos en una opción por los más desfavorecidos.
No podemos perder de vista que nuestros jóvenes se sienten parte activa de la Orden -de hecho lo son- y sienten suya la misión de la predicación. Quieren hacer valer su propia voz en el seno de nuestras comunidades ocupando el lugar que les corresponde como bautizados y miembros de pleno derecho del Pueblo de Dios. Por ello la misión de predicación de nuestros jóvenes en nuestra Orden necesita de nuestro respaldo y apoyo; necesita un reconocimiento efectivo y no solo nominal de la misión propia que tienen de anunciar el Evangelio. Y es que no hay nada que decepcione más a los jóvenes que decirles que son los que abren la posibilidad, en cuanto a conversación con los de su generación, y que luego, en algunas comunidades, no se les deje tomar parte en ella.
Pero, en definitiva, son los miembros del Movimiento Juvenil Dominicano los que tienen que demostrar de modo evidente su convicción de que es posible predicar desde los jóvenes. Son ellos los que tienen que hacer valer su peculiar instinto para entender algunos puntos clave del Evangelio, además de la capacidad que poseen de entusiasmarse por la propuesta de felicidad que nos trajo Jesús de Nazaret, y de vivirla al estilo de Domingo de Guzmán. Tienen que estar totalmente convencidos de que su misión de predicar en medio de los jóvenes, vivida con entrega, pasión y fe, es una manera privilegiada de hacer actual el Evangelio. Solo desde estar convencidos de esto, y desde una voluntad paciente y generosa en su misión de predicación, es como puede nacer y crecer una Orden de Predicadores, y por ende una Iglesia, con espíritu joven desde los jóvenes. Es, en definitiva, la manera de hacer una Orden de Predicadores y por ende una Iglesia, llena de esperanza y dispuesta siempre a renovarse en la misión de predicar el Evangelio. El ejemplo, el compromiso y el testimonio de nuestros jóvenes del Movimiento Juvenil Dominicano, a la hora de llevar a cabo su misión de predicación, tiene un poder de seducción infinito. No lo echemos en saco roto.