Cuba: una experiencia de voluntariado

Cuba: una experiencia de voluntariado

Buenas, somos Verónica y Olaya (del grupo Esnalar MJD de Oviedo), y queremos hablaros de nuestro verano.
Hace dos años decidimos hacer el curso que ofrece la Asociación Selvas Amazónicas para salir a la misión, acompañando a misioneros y misioneras dominicas. Comenzamos en octubre y, tras seis encuentros repartidos a lo largo del año, nos enviaron a Cuba (concretamente al pueblo de Martí, en la provincia de Matanzas).

Llegamos un 30 de junio y el día 3 de julio comenzó el proyecto de verano que las Hermanas Amparo, Herminia y Matilde (religiosas de la Congregación de Santo Domingo) ponen en marcha durante la época estival. Allí acogen a un total de casi 100 niñas y niños entre los 3 y los 15 años, desde las 7:30 hasta las 16:00 horas, dando a cada niño la comida y dos meriendas. Durante la mañana se desarrollaban talleres; de plástica, de música, de valores, inglés, literatura infantil, deporte,… además tres días a la semana había catequesis, y cada día antes de la comida un momento de oración y, después de ella, la siesta en dos grandes habitaciones que las hermanas tienen dotadas con aire acondicionado.

Los talleres que nosotras dábamos eran los de plástica, literatura infantil y juegos libres. Enseñamos bailes, canciones, técnicas de dibujo y técnicas plásticas, cuentos, cortometrajes… Pero por mucho que hayamos enseñado, la sensación con la que volvimos fue de haber aprendido nosotras muchísimo más de lo que pudimos haber aportado.

Hemos aprendido de los niños, pero también de los maestros y maestras, de la gente del pueblo y, sobre todo, de las hermanas. Además de ese proyecto, tienen un pequeño dispensario de medicinas para quien se acerque en busca de ellas. Cuando no están en el proyecto de verano, lo que hacen es ir a predicar, dar catequesis en los pueblos colindantes y, además, aprovechar para visitar enfermos y familias.

Hace ya un tiempo desde que volvimos de pasar esos dos meses cargados de momentos, lugares y personas inolvidables. Allí nos sentimos en casa, fueron nuestro hogar y nos cogieron de la mano para mostrarnos su isla y sus realidades. Les estaremos eternamente agradecidas, a ellos y a Dios, a quien descubrimos abrazando fuerte a su gente y al que sentimos más cerca que nunca.

Nuestras maletas volvieron vacías, nosotras regresamos llenas. Nos llevamos una gran lección aprendida; comenzamos a valorar y aprovechar esos pequeños detalles de todo lo que nos rodea cuando somos capaces de liberar(nos) y desprender(nos) la carga de los bolsillos. Teniendo y necesitando mucho menos hemos disfrutado y vivido más.
Y ahora, de vuelta, como jóvenes, cristianas y dominicas que somos, la misión continúa… nos queda seguir predicando.

 Firma-Olayayvero

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