Educación especial

Educación especial

Desde que tengo uso de razón me recuerdo con una pizarra y una tiza en la mano, claro no era de extrañar que estos fueran mis pasos, mi madre es maestra y desde bien pequeña me llevaba a su colegio para verla. Pero, ¿por qué elegí educación especial?

Creo firmemente que mis pasos se fueron definiendo con respecto a la realidad que me iba encontrando en el camino: hubo etapas de dudas, no lo voy a negar, pero creo que se disiparon durante mis prácticas del primer curso. Isa, una niña diagnosticada con síndrome del espectro autista, sin comunicación alguna, habló su primera palabra conmigo. No fue una fórmula mágica a la que buscarle que si el método A o B, simplemente surgió y fue a completar algo en mi interior que sin saber ni cómo, ni cuándo, ni el por qué… sólo hacía tirarme a continuar por ese camino.

Antes que nada, creo que debemos hacer un paréntesis en lo personal y recordar a qué nos referimos con EDUCACIÓN ESPECIAL. Si miramos el marco legislativo y teórico, te lo definirá como la vía que se encarga de atender al alumnado que por circunstancias de discapacidad, incorporación tardía al sistema educativo, trastornos o en riesgo de exclusión social, necesitan de manera puntual o permanente, una adaptación del currículo ordinario, pudiendo ser a nivel didáctico, de recursos personales o del espacio en el aula.

Por el contrario a lo que la legislación y muchos teóricos marcan, yo soy de las que piensa que todos somos y hemos tenido en algún momento de nuestra vida algo de ESPECIAL. ¿Quién de nosotros o nosotras no ha utilizado un adaptador para coger bien el lápiz o el bolígrafo?, o ¿siendo zurdo ha usado unas tijeras con los agujeros al contrario? o bien ¿ha necesitado un poco más de tiempo para terminar un examen o para comprender un nuevo concepto?. Pues si lo analizamos, todas son medidas que se usan día a día, pero el sistema tenía la necesidad de etiquetar y separar, lo que llaman normal y ordinario, de lo quizás, extra-ordinario.

Estamos en un momento en el que cada vez se diagnostican más casos de alumnado con necesidades educativas especiales. La trayectoria histórica demuestra los avances y desarrollos conseguidos en esta materia, alcanzando muchos logros. Pasamos de una sociedad donde los tenían escondidos por vergüenza o excluidos en instituciones psiquiátricas, a llevarlos de la mano en la escuela ordinaria donde compartir pupitre con todos los compañeros y compañeras de clase.

Desde el año pasado y tras el informe emitido por la ONU, sobre la escolarización en los centros educativos especiales, empezaron con el rediseño de esta modalidad, buscando favorecer la vertiente de escolarización en centros ordinarios y dotando a los mismos de mayores recursos.

Actualmente, en nuestro país, según los últimos datos de Educación, de los 217.275 alumnos con discapacidad o un trastorno grave matriculados en el curso 2018-19, hay 35.850 (16,5% del total) en centros específicos, mientras que el resto, es decir, 181.425 (83,5%) están en centros ordinarios.

Copia de mitad noticia

Con respecto a este tema me surgen sentimientos encontrados, por un lado entiendo y comparto la visión de crear una vía única en la educación, sin segregación desde las aulas e instituciones, pero por otro lado, la experiencia con este alumnado me ha enseñado que existen determinados casos que requieren una especialización de tal magnitud, que no pueden ser atendidos en el colegio “ordinario”, aunque se les dotase de todos los recursos posibles. Estoy hablando de grados extremos por supuesto, pero en esa línea creo que la erradicación del centro educativo especial podría ser, en algunos casos, más segregador que inclusivo, y hace cuestionarme que sucedería con este porcentaje de alumnos y alumnas que no pueden permanecer por esta vía.

Todo este planteamiento me ha hecho volver a repensar en la pregunta que me hice al inicio, ¿por qué elegí educación especial?

Bien pues, siento decir que sigo sin hallar la fórmula secreta y que en esta área no hay una única verdad, pues cada cual desde lo vivido podrá sacar sus propias afirmaciones. Yo sólo tengo una certeza y es la personal y la vivida por mí misma: cada niño o niña, cada realidad y cada escuela es única e incluso extra-ordinaria, lo que me hace volver a pensar de nuevo que quizás esa vía que definen como normalidad u ordinaria, no es más que un fino polvo para empañar las gafas que te muestran la diversidad de colores que existen y lo ESPECIALES que hemos sido y son todos los niños y niñas que pueden asistir al colegio.

Yo creo que el error comienza con separar y clasificar qué es ordinario o qué es especial, puesto que al final, todos y todas somos extra-ordinarios”, porque ¿no es así como Dios nos creó?

Fimra-Lourdes

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