Sin conocimiento alguno de qué realizaremos durante esos tres días, nos reunimos el 23 de febrero en una casa de convivencias. Totalmente alejados de la civilización, en la sierra de Guadarrama, nos juntamos jóvenes de Pamplona, Madrid, Valencia, Asturias y Zaragoza.
Tras tener complicaciones para encontrar la casa, poco a poco fuimos llegando por grupos hasta que, al final, conseguimos juntarnos para cenar, inaugurando el comienzo del encuentro.
Para muchos, la mayoría nos resultaban caras nuevas y las actividades del viernes consistieron en promover conocernos mutuamente. Finalizamos el día metiéndonos cada uno en nuestro saco y pasando la primera noche en las frías habitaciones de la casa de convivencias.
A la mañana siguiente, como primera actividad, nos esperaba Felicísimo. Un teólogo dominico muy respetado que nos hizo reflexionar sobre la esperanza. La charla estuvo enfocada en la esperanza de vida de los jóvenes. En un mundo en el que la esperanza carece y donde caer en el pesimismo es la opción fácil, nos remarcaba la importancia de tener en cuenta ciertas características.
Principalmente fueron las siguientes:
- Nunca nada será plenamente negro y negativo.
- La mayor parte de las personas son de bien y actúan como tal.
- Los valores de la conciencia humana van creciendo en la sociedad
Unido a esto, nos habló de la presencia de la esperanza en relación a nuestros objetivos y metas.
“La esperanza es para cuando no quedan razones suficientes”
Otras temáticas que trató y me gustaron fueron el gran valor que tiene el apoyo de una comunidad y el aportar a ella, pero también la importancia de encontrarse a uno mismo mediante la búsqueda interna.
Concluimos la mañana dividiéndonos por grupos y compartiendo nuestros puntos de vista respecto a temáticas relacionadas con la charla.
A la tarde recibimos en la casa al padre Vicente Esplugues, conocido mediáticamente como “El cura metalero”. Con su estética y carisma metalera nos compartió su perspectiva de cómo vivir el evangelio hoy en día. En mi opinión, Vicente realmente nos habló desde un punto de vista que los jóvenes de hoy en día entendemos y vemos reflejado en nuestras vidas.
Una de las cuestiones que trató y que más me gustó fue el concepto del ego. Vivimos en una sociedad dominada por el egocentrismo y el individualismo, donde el mundo se convierte en una competición y la desgracia de otros se convierte en beneficio.
Nos hizo ver cómo esta dinámica se ve aplicada desde las situaciones políticas actuales, como la guerra, hasta la relación que tenemos con nosotros mismos: nuestro diálogo interno dañino, inseguridades, expectativas…
De esta forma nos explicaba que identificar el ego es algo esencial para ser mejores personas y parecernos día a día más a Jesús. También, cómo la humildad, estar agradecidos y presentes en el ahora son claves para este objetivo.
Por otro lado, nos habló de los prejuicios y su experiencia como un cura poco corriente. Junto a esto, comentamos el funcionamiento y la situación de la Iglesia actual finalizando la charla con la siguiente frase: “Dejemos de reproducir la música y empecemos a sentirla” refiriéndose a que hagamos las cosas sintiéndolas realmente. El día terminó con la misa que nos dio Vicente.
Tras una noche intensa, la mañana del domingo tuvimos dos charlas muy interesantes. Por un lado, la de Janira, que se dio por medio de videollamada, ya que es una periodista que actualmente se encuentra viviendo en Jerusalén. Nos contó su experiencia y su visión sobre el conflicto actual y su perspectiva de la religión en el punto de su vida en el que se encuentra tras haber vivido esas experiencias.
Por el otro, conocimos a Luisma, miembro de la asociación Crismhom. Nos explicó el objetivo de esta asociación, la cual busca la acogida de las personas que persiguen la igualdad de las personas LGTBIQ+ y darles un espacio dentro de la fe cristiana. También nos hizo reflexionar sobre la Iglesia actual y sobre las heridas que muchas personas del colectivo tienen que curar al haber sufrido el rechazo en su vida,
remarcando la importancia de hacerles saber que en la fe cristiana sí que se encuentra un lugar para ellos.
Dimos fin al encuentro con una actividad organizada por el Grupo Espiga centrada en las bienaventuranzas.
Soy Ainhoa del grupo Betania y Effetá y esta ha sido la crónica de mi primera experiencia en una convivencia del MJD, sin duda una experiencia muy especial. Espero que os haya gustado 🙂