Contemplar…

Contemplar…

Nos encontramos a las puertas de una nueva Cuaresma, es un tiempo lo suficientemente largo para que a pesar de las circunstancias, del ánimo, del tiempo con el contemos, de las condiciones climáticas,… más tarde o más temprano acabemos entrando en ella. Y la verdad es que cuando uno se descubre disfrutando y viviendo este tiempo de forma fuerte y real nos debemos de sentir agradecidos.

Desde mi pequeña experiencia descubrí hace algún tiempo que dé como vives este tiempo  cuaresmal y el Triduo Pascual (donde culmina y florece) depende toda nuestra relación con Dios a lo largo de todo el año. Mi vida gira alrededor del año litúrgico (lo cual le da una grandeza espiritual enorme), pero aunque de un modo distinto, también el de todo cristiano.

Al igual que el Adviento es tiempo de esperanza, tiempo de espera. La cuaresma entre otras cosas es tiempo de silencio, de contemplación, de habituarnos hasta hacerlo natural a nosotros, el fijar los ojos en Jesús; en sus palabras, en sus gestos, en su cuerpo humano y también más tarde en su cuerpo resucitado.

Hay algo que ronda mi cabeza y poco a poco va tomando forma y certeza. “La contemplación salva”; es decir ser hombres y mujeres contemplativos de Jesucristo y de todo lo que vivimos diariamente, nos salva. No hablamos de algo que nuestro esfuerzo merece, sino que fijamos los ojos en Jesús y desde ahí dar respuesta firme y certera a lo que nos toca vivir.

La mirada del hombre sobre la vida y sobre los hermanos, suele ser siempre soberbia. En mayor o menor medida pero soberbia. El hombre mira y envidia; mira y se enaltece; mira y juzga; mira y se goza de sus honores y poder ganado en muchos momentos pisoteando al otro.  Sin embargo la mirada de Dios es tierna y dulce.

Hay tantas maneras de enfrentar  la vida como personas hay sobre la tierra. Pero si debemos de tener claro dos puntos equidistantes donde colocarse frente a ella y son: vivir ayudados e impulsados por la fe en Cristo-Jesús o con el corazón y los ojos cerrados a Dios.

Muchos dicen que la Fe lo único que hace es complicarte la vida más de lo que es por sí; pero nada más lejos de la realidad. La Fe fortalece, te da ojos nuevos para ver las situaciones (eso del vaso medio lleno o medio vacío), te da el impulso y el arraigo necesario para enfrentar todo lo adverso y disfrutar de todo lo que la vida nos regala.

Cuantas veces vemos a Dios como lejano, fuera del dolor y de las alegrías del mundo y de los hombres. Pero Dios como cada uno de nosotros sale cada mañana a sembrar. A llevar el bien, la bondad a cada corazón. Así lo narra Jesús en una de sus parábolas (Mt 13,1-23). Salió el sembrador a sembrar…  Y sí leemos el texto podemos comprobar como Dios – el sembrador- también conoce la frustración y el dolor de ver como su semilla (como el bien, la bondad, la justicia, la fraternidad y todos sus dones) no germinan, ni llegan a dar el fruto esperado en cada ser humano y en toda la humanidad.

Debemos de ser muy conscientes de lo que tenemos y de lo que se nos da. Debemos de estar atentos a que deseamos por ostentación y poder y que deseamos por necesidad para vivir.

La vida no solo tiene motivos, miles diría yo para ser vivida, sino que tiene un motivo y ese es Dios y los hombres.

Para llegar a ello debemos de cultivar en nosotros una mirada contemplativa. Aquella que te va haciendo tener una perspectiva de la vida, de los hombres, de nosotros mismos más bondadosa. Ahí radica la llamada contemplativa de nuestra familia dominicana. Llevar a Dios en el corazón sí, pero también en la mirada, en las palabras, en las acciones. “Contemplar y dar lo contemplado”, es la llamada para esta cuaresma y siempre.

¡Feliz Cuaresma 2015!

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