Fumar la pipa de las paces y enterrar el hacha de las violencias

Fumar la pipa de las paces y enterrar el hacha de las violencias

En esta breve reflexión, voy a indicar algunas claves interpretativas sobre la paz. Tomaré como punto de partida, la definición de la paz que escuché de Johan Galtung en el reciente 25º aniversario del máster de la paz, conflictos y desarrollo de la Universidad de Castellón. Este investigador noruego, a sus 90 años de edad, después de más de 30 años de Investigación y acción para la paz y tras escribir “3 kilómetros” de libros sobre el tema, aseveró con aplomo en la conferencia inaugural del evento mencionado que «la paz es cooperación, para el bien de las dos partes, en igualdad». Comentaré brevemente los tres pilares de esta afirmación.

En primer lugar, cooperar es “actuar con”, una acción. Desde este punto de vista, se desprende que la paz es primeramente una praxis transformadora y, consecuentemente, no se queda en el mundo de las ideas ni en la mera teoría. En segundo lugar, en esa acción obtienen un bien las dos partes participantes, en liza o conflicto. El esquema de fondo es un “ganar-ganar”, no es un “ganar-perder”. De esta manera, las dos partes ven, en cierta medida, satisfechas sus necesidades, intereses o expectativas. Hay, pues, un beneficio mutuo y compartido. En tercer lugar, esta cooperación para el bien de las dos partes se da “en pie de igualdad” o, al menos, en la menor desigualdad posible. En este sentido, se establece una relación horizontal entre los actores y no una relación de superioridad-inferioridad. Consideremos al respecto, como señalaba Aristóteles en su Ética a Nicómaco que el valor de la igualdad es el valor esencial de la justicia: Luego si lo injusto es lo desigual, lo justo es lo igual; esto lo ve cualquiera sin necesidad de razonamiento” (libro V, cap.3). A su vez, en la justicia, la igualdad se complementa con el valor de la equidad, cuyo criterio es la satisfacción de las necesidades.

En cierta medida, este nuevo prisma sobre la paz casa con la perspectiva cristiana sobre la paz en la que la paz es entendida como obra, efecto o fruto de la justicia: «el producto de la justicia será la paz, el fruto de la equidad, una seguridad perpetua»(Is 32,17; GS 78). No en balde, Pablo VI creó el 6 de enero de 1967 el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz con ánimo de fomentar en la Iglesia el llamado del Concilio Vaticano II para promover el desarrollo de los países pobres y la justicia social internacional (GS 90). Además, desde la óptica cristiana, la justicia se redimensiona desde el amor, valor primordial en la ética cristiana (Mt 22, 36-40). Así la paz es la suma de la justicia y el amor.

Cabe apuntar otro aspecto muy importante. A nuestro imaginario colectivo nos ha llegado la idea de que solo hay una única paz, una “paz perfecta”, global, total, redonda, acabada.
Sin embargo, podemos decir que, al igual que en el amor, no existe un único amor, sino millones y millones de pequeños amores presentes en las relaciones interpersonales. Lo mismo podemos afirmar con respecto a la paz: no hay una única paz, sino millones y millones de pequeñas paces presentes y latentes en las relaciones humanas. Así pues, hay infinitas pequeñas, medianas o grandes paces.

Otro punto importante a tener en cuenta es que los conflictos son “el lugar de la paz” o, siguiendo esta lógica, el “lugar de las paces”. El conflicto se define como una “incompatibilidad” en las necesidades, percepciones, intereses… Un simple ejemplo sería el hecho de que dos personas quieran a la vez un mismo vaso de agua. A priori, este conflicto no es bueno ni malo, sino neutro (los conflictos son neutros). Esa incompatibilidad cabe gestionarla y transformarla para satisfacer las necesidades de las dos partes encontradas. De esta manera, se lo puede beber uno (ganar-perder), el otro (perder-ganar) o compartir el agua los dos (ganar-ganar). Aquí entra también la creatividad que volcamos en la gestión de los múltiples conflictos inherentes a nuestra condición humana, pues en todos los espacios aparecen conflictos: en la pareja, en la familia, en el colegio, en la empresa, en la economía, en la política, en las relaciones internacionales…

Extrapolando este simple ejemplo a otros de mayor complejidad, podemos reconocer que en cualquier relación donde se resuelve un conflicto mediante la cooperación, buscando el bien común, en pie de igualdad, con diálogo y empatía, desde la sinceridad y la verdad, para la reconciliación, etc… allí podemos reconocer una pequeña paz que se suma a la inmensa e infinita malla de paces que vertebran las relaciones humanas en el mundo. En este sentido, podemos reconocer, esperanzadoramente, muchas paces a nuestro alrededor. Es así que Gandhi afirmaba que en el mundo hay más paces que violencias y lo argumentaba alegando que, si fuera al contrario, el mundo ya se habría destruido.

De otra parte, hoy en día, se considera que lo contrario a la paz no es la guerra sino la violencia. Razonamos así al ver que hay situaciones violentas (peleas, asesinatos, leyes injustas, privilegios, represión) donde, aunque no hay guerra, tampoco reconocemos la paz. A este respecto, Johan Galtung apuntó un esquema interpretativo, que ha hecho fortuna en la investigación para la paz, sobre tres tipos de violencia y sus correlativos tipos de paz:

Tipos de violencia y de paz

Violencia directaOcasiona daños físicos:golpes, bofetadas, patadas, collejas, homicidios Paz negativaAusencia de daños físicos:no-violencia, compasión, benevolencia, situación de no-guerra.
Violencia estructuralViolencias incrustadas en el sistema: privilegios, desigualdades, marginación, pobreza, leyes injustas. Paz positivaSatisfacción de las necesidades humanas,justicia, igualdad, derechos humanos.
Violencia culturalIdeas que justifican o legitiman la violencia directa y estructural: prejuicios culturales, raciales, sexistas, xenófobos… Cultura de pazIdeas, hábitos y conductas que legitiman y favorecen las paces.

Aunando ambas perspectivas, podemos decir que en una sociedad pacífica y pacificada encontramos altos índices de justicia y niveles bajos de violencia. Contribuyen significativamente a esta situación las denominadas “4 D”: Democracia, Derechos Humanos, Desarrollo y el Desarme. Fomentando estas condiciones y gestionando de forma noviolenta los conflictos humanos enterraremos el hacha de las violencias y fumaremos con alegría la pipa de las paces.

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